Cuando finalmente aparece el jamón, Julián vence su
innata timidez respirando profundo y diciéndome sonriente que «temía lo que
tenías preparado para la foto». Después de todo le cuesta más mantener el
equilibrio que desgranar la grata charla plagada de hitos monumento a su
modestia. Piragüero local bicampeón del mundo veterano, vencedor del Raphel y
del Sella, le debía una entrevista a este campeón ribereño. ¿Serrano?, no... ¡de pata negra!.
Texto y Fotos:
José Angel Rodríguez.
José Angel Rodríguez.
P. Un buen día te planteas conocer este deporte. ¿Cómo
fue aquello?
R. La verdad es que en deporte siempre fui malillo. En
Loyola y en el Instituto nunca destaqué en nada. Un día, con Oscar Perea, Javi
Santos, Benjamín López… decidimos ir al club a los cursillos de verano del Club
Escuela Piragüismo Aranjuez. Fue en 1986. Ellos estuvieron un tiempo pero yo
continúo hasta ahora.
P. ¿Y por qué en canoa?
R. Empecé en kayak y estuve en él seis o siete meses,
pero veía a los canoítas de entonces, Tomás Pérez, José Miguel Soto, Fichi…
referencias del club, y me llamó la atención la planta que tenían sobre el
barco. Fue un tema más estético que otra cosa. Eran tíos muy fuertes y era muy
bonito verles remar de una forma tan distinta al kayak. Así que como crío que
era decidí cambiar de barco.
P. ¿Quiénes te guiaron en esos primeros pasos?
R. Mis primeros maestros, y siempre lo he dicho, son Soto
(ahora taxista en Aranjuez) y Pérez, que se marchó hace años a Murcia. Ellos
fueron los que me iniciaron en esta modalidad.
P. Tu trayectoria está jalonada de trabajo individual y
en compañía. Háblame de ellos.
R. Empecé con José Manuel Pizarro y estuvimos muchos años
juntos con épocas mejores y peores, como todo deporte. Luego lo dejé un tiempo
y él formó pareja con Alvaro Rodríguez, yendo a varios mundiales y ganando un
Sella. Luego tuve de compañero a Alvaro Mora, con el que gané el Sella en 2009.
Después surgió Pedro Areal, un palista olímpico con el que entrenaba aquí y uno
de mis maestros. Entonces me planteó formar un c-2, ni me lo pensé y hasta hoy.
Tiene una forma de ser algo especial, como todos nosotros, pero a la hora de
remar es el mejor. Y he remado hasta con dos hermanos.
P. Hablas de formas de ser… Los canoístas pasáis por ser
los «raros» de este deporte…
R. Eso dicen (tímida sonrisa). Dicen los kayakistas
que nosotros como sólo remamos por un lado sólo usamos una parte del cerebro (risas).
Algo habrá cuando todos lo dicen (más risas).
P. Recién bicampeón mundial, entre todo tu amplio
palmarés, ¿qué triunfo recuerdas con mayor cariño?
R. Como siempre te digo creo que hay que dejar claro que
el Mundial de Veteranos no es comparable al de resto de categorías, pero
también lleva su esfuerzo. Hombre, cuando pasé a senior y tras dos terceros
puestos, en el 94 gané y además holgadamente mi primer Raphel. Pero siempre
recordaré mi primer triunfo en el Descenso del Sella, en ese mismo año. Es una
prueba internacional, dura, en la que te caes o te tiran… Y fue la primera
ocasión en que un canoísta de Aranjuez ganaba allí. Lo que más tengo grabado es
que ya llegando a meta, en un peñasco, había un montón de gente, chavales sobre
todo, que empezó a gritar: «¡viene el primer c-1, viene el primer c-1!». Ahí me
subió una cosa por el cuerpo difícil de explicar. Después vino toda la
parafernalia de la prueba, la Montera Picona… No lo voy a olvidar.
P. Por el contrario,
¿cuál ha sido tu mayor decepción?
R. En el año 90, siendo junior, me encontraba ya bastante
bien y en alguna regata ya había tenido algún puesto destacado. Para el Raphel
de ese año me preparé bastante bien. Intentaba doblar mañana-tarde… En el
Instituto iba fatal, porque en la rama de ciencias había que estudiar mucho y
los estudios los tenía apartados centrándome en esto, que al final no me ha
llevado a nada. Pero bueno, era mi ilusión entonces. La preparación fue muy
buena y el día del Raphel, al llegar a la meta como primer junior y segundo
absoluto, el presidente Ramón Rodríguez me dio la mano y me dijo «enhorabuena,
Julián… pero estás descalificado». Me habían descalificado en la salida por mala
colocación, me habían dado un par de avisos de los que no me enteré. Había un
compañero, Tomás, más adelantado que yo y me confié. Después de llegar al
Embocador, volver y entrar en meta en pleno éxtasis me dieron la noticia me
vine abajo. A pesar de todos los años de competición pasados sigue siendo mi
recuerdo más amargo. Después de toda la preparación y la ilusión por ganar mi
primer Raphel se me cayó el mundo encima.
P. Por no irnos más atrás en el tiempo, en Singapur, hace
unas semanas, remaste en dos días 50 kilómetros. Sin embargo, ¿en qué prueba
pensaste en bajarte de la canoa?
R. Lo más duro ha sido una encerrona que nos prepararon
en Pravia (Asturias). En un principio la prueba iba a ser de 20 km pero los que
llevaban GPS comprobaron que hicimos más de 30. Los porteos fueron en la playa,
así que imagina correr con el barco hundiéndote en la arena. Yo estuve en la
canoa tres horas. Llegué muerto. Fui además el último en llegar del club.
Cuando crucé la meta todos estaban en la furgoneta con los barcos cargados, así
que según salí del río, al vehículo y para casita. Aquello fue un verdadero
mata-hombres.
P. Trabajas en turno de noche en un hotel y echas una
mano en el negocio familiar por la mañana. ¿De dónde sacas el tiempo para el
piragüismo?
R. Entre la una y las tres de la tarde es cuando
aprovecho para bajar al club y hacer lo que puedo. Ahora estoy de descanso pero
entre diciembre y enero ya comenzaré la rutina de entrenamiento.
P. ¿Y no se te hace ya cuesta arriba, río, gimnasio,
carrera…, sobre todo en invierno?
R. La verdad es que el gimnasio nunca me ha gustado. Ha
habido preparaciones en que no lo he pisado en un año. Todo se centra en remar.
Me lo he tomado siempre como una evasión al trabajo. Cuando vengo estoy
completamente solo en el río. Grito, me desahogo, me relajo… Lo recomiendo a quien esté estresado. Me
libera muchísimo ir río arriba, incluso lloviendo yendo bien abrigado, me
libera adrenalina y además me sirve de preparación para las regatas.
P. ¿Seleccionas las competiciones a las que asistes a lo
largo del año?
R. Tengo cinco o seis citas obligadas: Raphel, Sella, la
Copa de Ríos y Maratón y las pruebas internacionales que toquen ese año, Copa
del Mundo, Europeo o Mundial, ya que la Copa y el Campeonato de Europa es cada
dos años. No puedo hacer más, no sólo por tiempo sino porque todo me lo costeo
yo. No tengo patrocinador ni ayuda. El club Piraguamadrid nos paga algo de
dietas pero nada más y un viaje como ir a Singapur sólo en viaje y alojamiento
han sido 2.000 euros.
P. Citas a tu club actual pero sigues ligado al CEPA…
R. Hay que dejar claro que sigo siendo socio del club.
Sigo pagando mi cuota, sigo entrenando aquí, siguen siendo mis amigos y mi
familia y sigue siendo mi casa desde hace 25 años. Y seguro que cuando acabe mi
etapa con Pedro volveré al club de mi vida.
P. ¿Y te ves en un futuro como técnico, como preparador
de chavales?
R. Pues no, la verdad (sonrisa)… No tengo muy buen
feeling con los chavales (risa). Valoro mucho la labor tan bonita y tan
importante que hace gente como Javier Rodríguez o Manuel Madrid, con tanto
carisma los dos. Me gustaría aportar algo de mi experiencia pero en un segundo
plano, como ayudante, pero sinceramente creo que no tengo ese carisma para
transmitir lo que sabes a los demás.
P. Pues yo sí te
veo remando muchos años más…
R. Eso sí que sí. En Mundiales como en Chequia o Bañolas
he visto a palistas de quitarse el sombrero, con 70 y 75 años remando. Me
gustaría llegar. Cuando vi pasar a la última canoa con un checo de casi 80
años, en su barco de madera, con una enorme barba blanca, una equipación de
cuando fue olímpico hace muchísimos años y todo el público en pie aplaudiéndole
aquello fue muy emocionante.
P. Después de tantas paladas, ¿qué queda de aquel chico
que se subió por vez primera en un c-1?
R. Mantengo la misma ilusión por este deporte que me
apasiona, las mismas ganas de entrenar… aunque ya no sean de igual manera que
hace tantos años. Todo eso me hace motivarme para seguir remando.
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