El Centro Cultural de
Pesca Fluvial de Aranjuez y el Centro Ocupacional de Integrandes vivieron el
pasado martes una jornada de acercamiento al río Tajo que combinó el
conocimiento del medio natural, el deporte de la pesca y una comida de
fraternidad. El éxito de la iniciativa ha sido tan rotundo que ya se piensa en
repetir.
Lo que nació casualmente en una conversación informal en el
patio del CC de Pesca Fluvial se hizo realidad el pasado martes en una
actividad que ha proporcionado un grato regusto en los dos colectivos
implicados, el de pescadores y el de usuarios del CO de Integrandes.
La idea básica era que un grupo de personas con discapacidad
intelectual conociera en vivo el medio natural que nos rodea y que nos da
vida, en este caso el depauperado río Tajo, guiado por quienes lo conocen como
la palma de la mano, los pescadores locales. Dicho y hecho.
Así pues, partiendo desde la sede del CCPF de la calle de la
Reina, el conjunto del Centro Ocupacional con tres responsables a la cabeza,
cinco miembros y un amigo de la Sociedad enfilaron los Sotos Históricos para
hacer su primera parada –con la amenaza de lluvia sobre sus capuchas- en las
cercanías de Pico Tajo.
Desde allí, y río arriba por los senderos de ribera, la
expedición conoció el degradado Rancho Grande para posteriormente seguir el
maltrecho cauce hasta las inmediaciones de la Junta de los Ríos con estación
intermedia para el desayuno.
“Ha sido una experiencia muy positiva” –nos dice David
González, preparador laboral del Centro Ocupacional de Integrandes-“porque
además de pasar una mañana muy agradable en una mañana de otoño perfecta, hemos
dado un paseo por unos sitios a los que la gran mayoría de personas con
discapacidad nunca habían ido”.
Juan Carlos Martín, directivo del CC Pesca Fluvial y
artífice del encuentro, expresa que “es curioso que cuando hemos preguntado
cuántos de ellos habían venido al río, salvo tres o cuatro, todos lo desconocían
por completo. Así que por esa parte ellos ya han hecho gran descubrimiento”.
El grupo va escuchando atentamente las explicaciones de los
veteranos de la veleta y el sedal sobre el río, su estado y qué se pesca en su
cada vez más esquilmada corriente. Cuando se llega al Rancho la imagen es
desoladora pero patente de lo que cuentan los pescadores.
Camino de vuelta con entradas y salidas hacia los puestos.
En estas zonas Martín y Angel Luis Humanes, también directivo de la Sociedad y
uno de los cicerones de la jornada junto con Viky y Angel Castellanos, desglosan
qué son los pesquiles, cómo se hacen los sorteos de los concursos, cómo se
pesan las piezas… La ruta se va trufando de bromas con animales de la jungla
acorde con la espesa vegetación que nos rodea.
Humanes corrobora con sus palabras el ambiente. “Hemos visto
a los chavales disfrutar del día y con mucha ilusión toda la mañana y esa
alegría nos la han trasmitido a todos”.
Jesús Blasco, amigo de la Sociedad, no quiso perderse la
cita y vivió todos los momentos de la actividad compartida. “Ha merecido la
pena por ver la alegría de las personas que no habían tenido ocasión de ver
nuestro río, aun en las malas condiciones en que se encuentra, y que han
disfrutado con la naturaleza y con la pesca, que es más que un deporte”.
Después de la pausa para el tentempié, llega el momento más
esperado: la pesca.
“Los chicos han disfrutado una barbaridad porque todos han tenido la oportunidad de pescar,
cosa que casi ninguno habíamos hecho antes… vamos que no habíamos cogido ni una
caña. Y además hemos sacado algún pececillo, que ha sido lo máximo”, comenta
divertido González.
Javier, David y Daniel no tienen dudas. “Ha sido
alucinante”. “Nos vamos a apuntar a un curso de pesca este verano”. “He cogido
seis”. Las frases salen atropelladas y emocionadas a velocidad vertiginosa.
“La sonrisa de todos ellos al mostrar su pez es impagable”,
asevera Blasco. Paloma, la única chica hoy del grupo de usuarios del Centro, ha
sido la primera en capturar un ejemplar de alburno (pequeño pez) en el puesto
preparado entre el Rancho Grande y la Junta de los Ríos.
Cuatro cañas han estado un buen rato a pleno rendimiento.
Todos los integrantes de la expedición han posado orgullosos con sus piezas
–hasta tres percasoles se han unido al botín- de la mano de los veteranos
pescadores ribereños, quienes además de preparar el aparejo soltaban la captura
tras la foto de recuerdo.
A Martín se le ilumina la mirada de regreso a la sede tras
la jornada. “Ha sido maravilloso. Nos han aportado un montón de cosas. Ver cómo
se disfruta de verdad dar una vuelta por el río y sacar unos peces te hace
pensar que quizá esa ilusión es la que nos hace falta algunas veces a los propios
pescadores”.
Buena terapéutica… y
los cochinos salvajes
La ruptura por unas horas con su entorno cotidiano, con su
realidad más inmediata, ha sido una de las claves de la jornada. “El contacto
directo con la naturaleza, en este caso con el deporte de la pesca y la
relación con los pescadores”- explica Mónica Costa, cuidadora del Centro
Ocupacional- “es una forma muy buena de integración en otros ámbitos, de
conocer a más gente, de interactuar con ella… Esa ruptura de la rutina es
terapéuticamente muy buena”.
Su opinión la comparte Alejandro Villalón, quien realiza sus
prácticas en el Centro desde hace un mes. Acompañar al grupo fuera de su ámbito
corriente “es totalmente diferente y muy gratificante porque te transmiten su
felicidad”.
Alex continúa: “al principio están algo más nerviosos pero
después todos colaboran y para ellos es una ayuda muy grande. Para mi es lo
mejor que podemos hacer, sacarles de los talleres para que ellos cojan
confianza con el exterior, que se relacionen entre ellos fuera de su espacio y
con otra gente. Además no les cuesta tanto como creemos”.
¿Confianza con el exterior, dices? La experiencia ha sido
tal que nada más poner pie a tierra desde las furgonetas una piara de cochinos
asilvestrados ha cruzado el sendero en busca de agua que beber. Al principio el
revuelo en el grupo ha sido de aúpa pero tímidamente primero y algo más seguros
después algunos de sus miembros se han acercado a ver el paso de la manada
hacia las espadañas de la ribera. Y no llevábamos en el campo ni diez minutos.
El que un colectivo que recorre a diario esos parajes, sufre
con su descuido y con la indolencia administrativa y que lucha al límite de sus
fuerzas y de sus recursos por recuperar lo que el hombre y la naturaleza
modifican cumple su objetivo mostrando la cruda y desconocida realidad a otro
grupo social es de agradecer. “Aquí se ve todo cómo está en vivo. No hay trampa y por desgracia
no lo podemos cuidar como quisiéramos”, se lamenta Angel Luis.
Y es tal el aspecto más selvático que boscoso que presentan
las orillas que al grupo invitado le costaba creer que aquello, aparentemente
un cañaveral impenetrable, llevaba agua y es un río. Angel Luis asegura que “la
maleza, el cañizo, las zarzas… han ganado mucho al cauce. Cuando les contábamos
que el río era tres veces lo que se ve ahora, que en el Rancho Grande había
playas y que venían trenes llenos de gente para bañarse seguramente les ha
costado imaginarlo. Como a muchos que sí lo conocimos hace muchos años”.
“Cuando íbamos por el camino lleno de árboles y de hierbas
no veíamos el río y lo teníamos al lado. Sólo lo veíamos cuando llegábamos a un
puesto de pescadores”, narra José Luis.
“Las administraciones son las que tienen el poder para hacer
y deshacer y nosotros llegamos hasta donde podemos y hasta donde nos apoyan. Nosotros
nos negamos a dejarlo abandonado y seguiremos luchando por el río”, afirma
Humanes.
Pregunto a Juan Carlos si cree que han llegado a transmitir
a los neófitos el amor al río y la labor que los pescadores realizan para
cuidarlo. “Hoy nos han dado muestras de mucho cariño hacia el río y hacia
nosotros, lo que nos anima a seguir trabajando diariamente en el río”.
Jesús Blasco apunta: “hoy el grupo ha visto cómo el ser
humano y el río pueden convivir y lo importante que es cuidarlo. Han visto lo
positivo y, lamentablemente, lo negativo. Pero ellos lo tienen muy claro y
saben de sobra lo que se debe hacer y lo que no. Todos deberíamos aprender de
ellos”.
Buena muestra de ello ha sido el que el grupo de Integrandes
ha portado en todo momento una bolsa que ha recogido todos los desperdicios del
almuerzo a pie de orilla y que ha sido depositada en un contenedor ya en la
ciudad. Javi, que ha actuado de responsable de la recolección, lo ha dejado muy
claro: “hay que recoger toda la basura y no dejar nada en el río. Si lo hemos
encontrado limpio así hay que dejarlo”.
“Repetiremos seguro porque además de que todos nos vamos muy
contentos hay que destacar la gran acogida del CC de Pesca, que desde el primer
momento en que surgió la idea nos han facilitado todo. Son unas personas
maravillosas”, asegura David González.
“Por supuesto que hay que repetir”, interrumpe Juan Carlos
Martín. “Tienen que venir los otros grupos del centro a compartir esta
experiencia… y la comida, claro”, agrega riendo.
Y es que la paella elaborada por Manuel Martínez –quien
también ha colaborado en las enseñanzas prácticas en la visita- ha sido el colofón
de categoría a la jornada. Jaleado por el grupo, el almuerzo de
confraternización en la sede social tuvo hasta un improvisado baile de despedida.
“Los chicos son muy agradecidos”, cuenta Angel Luis. “Nos
han dado no se cuántas veces las gracias y casi debería ser al revés. Son gente
extraordinaria”.
“Han disfrutado muchísimo después de estar todos estos días
pensando en este día. Ya están deseando llegar al centro y contarles a todos
cómo se lo han pasado… así que habrá que venir con otro grupo”, concluye
Mónica.
El Centro Cultural de Pesca Fluvial de Aranjuez,
hospitalario en grado superlativo, ya le ha ofrecido su hogar para cuando
quiera venir. El Centro Ocupacional de Integrandes le ha tomado la palabra y ya
se siente como en casa. Estaban condenados a conocerse y a encariñarse.
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