Joaquín Fernández,
montañero
“En la escalada los valores humanos adquieren dimensiones fuera de lo común”
“En la escalada los valores humanos adquieren dimensiones fuera de lo común”
Joaquín Fernández, llamémosle Priti por si alguno aún no lo conoce, anda estas fechas jodido con
un brazo. La lesión que le ha impedido abordar su temporada invernal de
montañismo y esquí está acabando con su paciencia, así que mientras me pone al
corriente de sus progresos –siempre lentos e insuficientes para el paciente- la
conversación gira hacia su primer libro, ‘Cuerdas
podridas’, relatos de escalada y montaña, en torno a un café y a mis
palabras de ánimo.
P. Lo primero que
tengo es una duda. No se si dirigirme a ti como escalador, montañero o
alpinista…
Cualquier de las tres definiciones son válidas pero quizá la
de montañero es la que más enmarca la acción de subir montañas.
P. ¿Qué te impulsó a
escribir este libro, podemos decir que de aventuras?
Bueno, la cantidad de notas de viajes y escaladas son un
buen impulso para verlas reflejadas en un libro y si encima en casa del herrero
suena el yunque, pues ya se sabe… (sonrisa).
P. “Cuerdas
podridas”. Incluso se le califica así a uno de los personajes del libro. ¿Por
qué elegiste ese título?
Simplemente es un homenaje a esos compañeros que dejaron la
escalada. Cuando a un escalador se casaba y dejaba de escalar se le denominaba
un ‘cuerda podrida’ (risas).
P. Tú mismo calificas
la obra como una novela. ¿Cuánto de real y cuánto de ficción hay en ella?
Hay mucho de verdad, ya que los espacios donde se
desarrollan los relatos son sitios que he escalado, pero luego los personajes
son otra cosa.
P. ¿Cómo ha sido el
proceso de trasladar, con todo lujo de detalles, el desarrollo de una escalada
al papel?
Ha sido complicado, aunque la verdad, menos de lo que me
esperaba. Yo es que soy más de contar de viva voz que de escribir.
P. Los neófitos como
yo te agradecemos que no se incluyan demasiados términos técnicos…
Eso es algo que decidí desde el principio. Quería plasmar
algo como cuando se está en una reunión de amigos contando aventuras y no hacer
el típico libro lleno de consejos y tecnicismos.
P. Y eso, sí,
hablando de lenguaje, ¿tantos tacos por segundo son capaces de proferir los
montañeros? (risas).
Ya lo creo y más burros y de expresiones más lenguaraces…
(carcajada). Todo depende de con quién y en dónde te encuentres, pero sí.
P. Hablemos de los
personajes principales. Imagino que Marqués es un trasunto tuyo, quizá
autocaricaturizado…
Los personajes los dejaremos que el lector los adapte a sus
propios conocidos. Siempre hay con quien identificar a Marqués…
P. Y Lucas… ¿Existe
un “Lucas” o cuántas personas reales engloba el personaje?
Todos tenemos un Lucas dentro de nuestras amistades. Es magnífico que haya gente así, los que te
llenan la vida de alegría y de buenos valores, amistad, honor y dignidad.
P. Sin embargo, la
parte más cómica de la narración la comprende la pareja formada por el alcohol y las mujeres, aquel más real y
éstas la mayor parte fantásticas. Explica, por favor, que es una licencia
literaria y que la escalada es mucho más serio (risas).
Por su puesto. Esto son narraciones noveladas. Escalar una
montaña es mucho más serio. FÍjate si es serio que uno pone su vida en riesgo para
hacerlo.
P. Las diferentes
escaladas se narran de un modo casi continuo pero están distanciadas en el
tiempo. ¿Cuántos años abarcan?
Abarcan unos cuantos años pero principalmente se centran en
los felices años de la máxima evolución de la escalada, cuando se empezó a
utilizar los nuevos materiales que le dio a la escalada un avance bestial.
P. En las páginas
viajamos a diferentes lugares del mundo pero siempre se hace referencia a la
madrileña La Pedriza. Curiosamente no tiene un capítulo dedicado. ¿Por qué no
lo incluiste?
La Pedriza es casa y siempre me decían que contase lo de los
largos o grandes viajes pero seguro que en el próximo libro cuento algo de la
majestuosa Pedriza (risas).
P. Tampoco aparece
cierto episodio de la vida real en el que la muerte rondó muy próxima por
vuestra cordada y cuyo final feliz quizá hubiera merecido la pena abordar.
La muerte siempre está ahí pero eres tan consciente de ello que
lo asumes de una forma, no voy a decir natural pero sí con una cierta
normalidad. El contar acciones donde la cosa ha estado jodida no entraba en las
páginas de este libro. Eso se lleva en el corazón y nada más.
P. Creo que sobre
toda la obra se proyecta la sombra de un sentimiento, el compañerismo, que lo
impregna todo. ¿Es así?
El mundo de la escalada es eso: dos seres en un mundo mágico
pero al mismo tiempo cruel y despiadado donde los valores humanos adquieren
dimensiones fuera de lo común. Por eso el compañero es lo que más vale.
P. También planea el
miedo. ¿Sube siempre entre el material del equipo?
El miedo siempre esta ahí y tiene que estar. Es el que te
hace ser precavido, consecuente con las circunstancias y el tener la suficiente
sensatez para sobrevivir en la montaña.
No me gustaría que el lector perdiese la ilusión, así que un
buen final sería cómo acaba el capítulo y como se desarrolla en Francia que
mejor que el de “Bonnes personnes” (Buena
gente).
Pues eso. Buena gente que abre su alma para mostrarnos ese
rinconcito tan privado en el que se cobijan sueños, esperanzas, temores y
amistades pendientes de una cuerda.
‘Cuerdas podridas,
relatos de escalada y montaña’ se puede adquirir en la Librería Aranjuez.
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