José Ortiz, ‘Chele’,
Cronista Oficial Gráfico de la Villa
"Para un hijo del pueblo es un honor y una gran responsabilidad"
José Ortiz Rocamora,
‘Chele’ en las fotos y en la vida, lleva unos días de inusual desasosiego. Quienes
nos preciamos de atesorar su amistad y su sabiduría compartida vemos que su
natural modestia anda sobrepasada por su reciente nombramiento como Cronista
Oficial Gráfico de la Villa. Chele no da abasto a responder felicitaciones y
eso de ser protagonista tropieza con su personal sencillez. Ya se irá pasando.
La Real Plaza de Toros de Aranjuez (1797) nos acoge en su
seno con un silencio propio del templo que es. Alguna golondrina de las que
gobiernan en los aleros de la andanada pía en su recibimiento. Después, la
calma se apodera del circular recinto. Hablamos.
P. ¿Qué se siente, maestro, al ser Cronista Oficial Gráfico?
R. Para un hijo del pueblo, de una familia normal y corriente,
sin grandes estudios es una mezcla de orgullo, de satisfacción y de mucha responsabilidad.
Verte ahí rodeado de tanta gente tan ilustrada... Uff.
P. Sucedes en el cargo a otro maestro, Antonio Talavera…
R. La verdad es que es a la vez un honor y una preocupación
sustituir a un monstruo de la fotografía como era Antonio. Le tenía mucho
respeto y aprecio y más desde cuando coincidíamos muchas veces cubriendo al
Aranjuez CF. Nos poníamos juntos detrás de una portería y allí hablábamos de
todo. Aunque yo ya le conocía desde que era amigo de mi padre, era entonces
cuando veías que era una gran persona.
P. Vayamos a la raíz. Cuéntame cómo fueron tus inicios en el
mundo de la fotografía.
R. Pues de la mano de mi tío Pedro, que tenía un laboratorio
muy artesanal en su vivienda en el esquinazo de la calle San Pedro, en el Nuevo
Aranjuez. Entonces me intereso por este mundillo. Y ya de forma más
profesional, a los 21 años, me contrató Foto Cortés, que era quien tenía las
exclusivas de las principales salas de fiestas de Benidorm, como la Sevilla y
la Granada.
P. No es mala escuela empezar haciendo fotos en unas
condiciones de luminosidad tan complicadas…
R. (risas) No, no era mala y más con los equipos de
entonces. Aunque la primera lección que me llevé no fue por las fotos. El
primer día me presenté vestido de la boutique de El Corte Inglés, hecho un
pincel, y el jefe me dijo que allí se trabajaba de oscuro y de camisa blanca,
así que ya lo sabía para la próxima (carcajada). Luego me fui a la mili y
después me puse de ayudante de Antonio Ayala, de Foto Burgos, para los eventos
con mucha enjundia. Después me fichó Antonio Martín hasta que me puse por mi
cuenta sobre el año 1980. Y de ahí con estudio propio hasta pasado el año 2000
o por ahí, que es cuando decido dedicarme a lo que realmente me gusta.
P. No hay que ser un lince para saber que hablamos de toros
y de actos culturales…
R. Siempre he procurado ser un buen profesional en los eventos
sociales, en bodas, bautizos, comuniones pero… Por esas fechas decido que me
jubilo de todo eso aunque sin jubilarme de la fotografía. Desde entonces ya hago
lo que me apetece, me gusta y puedo (sonríe).
P. Poseedor de una colección de cientos de miles de imágenes
en papel, negativo y formato digital, ¿cómo organizas tu archivo?
R. Pues en tres bloques principales: toros, Aranjuez y
varios y familia. Así de sencillo. Luego cada uno de ellos se organiza por
fechas. Así que cuando hay que echar mano a fotos de hace 20 ó 30 años se acota bastante su búsqueda. Es una forma,
para mí al menos, fácil de organizar y consultar. Cada uno tiene su método.
P. Y pobre del que no lo tenga, maestro. Si ya era difícil
no verte en cualquier acontecimiento cultural, social e incluso deportivo de
los que se desarrollan en Aranjuez ahora sí que no vas a poder faltar a
ninguno…
R. Estaré en los que pueda (risas). Siempre habrá cuestiones
personales de toda índole que no me permitirán acudir a los actos. Incluso hay
veces en las que coinciden y ahí sí que ya no puedes atenderlos a todos. De
todas formas yo haré lo que se pueda (más risas).
P. Aún así la tauromaquia es tu gran pasión.
R. Claro. La he vivido desde antes de nacer, porque resulta
que el día en que mi madre dio a luz (27 de agosto de 1950) mi padre estaba
toreando en Orgaz. Siempre contaba que desde la calle de Almíbar y hasta mi
casa, en el callejón de Santa Lucía, la gente le paraba y le daba la
enhorabuena. ¡Y él creía que era por lo bien que había estado en la plaza esa
tarde! (risas). La verdad es que tengo mucha suerte por haber podido compaginar
durante toda la vida esas dos aficiones, la fotografía y los toros. Aunque no
tanto como hubiera querido, porque en mayo, por ejemplo, muchas celebraciones
coincidían con algunas corridas y claro, una cosa era antes que la otra.
La visión personal de la tauromaquia de Chele está en su
objetivo y en su obra escrita y difundida a través de charlas, exposiciones y
del libro Historia
taurina del Real Sitio de Aranjuez desde sus orígenes hasta 1808 (2007).
P. ¿Para cuándo, maestro, el segundo volumen? Porque ya
habrás reunido documentación suficiente para llegar a los albores del siglo XX.
R. Sí hay, sí, documentación suficiente para llegar más o
menos hasta la gran remodelación de la plaza de toros, allá por 1907-09.
Hablamos de unas 2.000 páginas que hay que cribar. El material está ahí para
cuando se pueda sacar a la luz.
P. Esa labor de buceo en los archivos te condujo,
inopinadamente, a la historia del Teatro Real. ¿Cómo fue aquello?
R. Curiosamente ambos edificios, vinculados a la Corona,
la plaza de toros y el teatro, están muy ligados en la historia de Aranjuez. A
menudo los documentos de una y otro están juntos: datos de construcción, gastos
de personal, gastos de festejos o funciones… Así que reuniendo reuniendo
también tengo una buena colección de documentos del Teatro Real que quizá
darían para un trabajo que arrojara novedades.
P. Esa senda laboriosa te ha dado sinsabores y a veces
unas grandes satisfacciones “descubridoras”…
R. Son muchas las horas, las llamadas, las consultas, los
viajes. A lo largo del tiempo tienes la esperanza de encontrar algo que llevas
buscando mucho tiempo y nada y sin embargo, donde menos te lo esperas
encuentras un dato revelador. Como ocurrió con el contratista de la reforma de
la plaza en el primer cuarto del XIX y como me ha pasado ahora, que resulta que
el Teatro Real tuvo un arrendatario particular que organizó las primeras
funciones de aquel recinto, en tiempos de Carlos III, según aparece en una
relación de gastos que yo, al menos, desconocía.
P. El nombramiento como Cronista Oficial Gráfico te llega
unas semanas antes de que os entreguen a ti y a tu inseparable amigo y colega
Paco Gómez el Premio Espiral a la
Trayectoria Cultural.
R. Esto ya es demasiado. Me hace mucha ilusión y también
un poco de vergüenza recibir un premio como este. Además me alegra muchísimo de
que sea compartido con Paco, aunque él solo se lo merezca más que yo. Paco es
un gran amigo, un gran hombre, leal y trabajador. Nos conocemos hace muchos
años y desde siempre se vuelca en ayudar a los demás. Así que será un día muy
especial para compartir una velada con quien comparto muchos días de calor, de
lluvia, de frío, de comer por ahí donde se puede o no comer, siempre con prisas
y siempre liados con nuestras cámaras al hombro.
P. Decía antes que los toros, siempre los toros, te han
llevado por la senda de la investigación y la historiografía pero aquí es
obligado hacer una mención a tu tío Angel, Cronista Oficial, a quien aún le
seguimos echando de menos.
R. (a Chele le cambia la mirada y un tanto la voz). Mi
tío fue un hombre íntegro, todo un referente moral que defendió sus ideas hasta
el final. No soy yo hombre para juzgar su labor como historiador, una obra que
nos sobrevivirá a todos. Es un espejo en el que siempre me he mirado y más a
partir de ahora.
P. Maestro, amigo, Angel estaría muy orgulloso de ti
ahora…
R. (Chele no responde. Hace un mohín. Sonríe. Fundido a
negro).
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