El 16 de diciembre
de 2010 informaba en 4Esquinas de que las obras de reforma de los vestuarios de
la Piscina Cubierta estaban a punto de finalizar. En aquel reportaje la
entonces delegada de Obras, Olga Rincón, no aportaba plazos concretos sobre la
vuelta a la actividad del complejo. Un lustro después regreso al lugar, que
permanece cerrado. Esto es lo que encontré.
El actual delegado de Deportes, Oscar Blanco, y Miguel,
empleado municipal, me hacen de cicerones por un recinto que conozco bien –todo
hay que decirlo- gracias a subterfugios ajenos a la puerta principal.
En el cuatrienio de José Núñez al frente de Deportes imperó
su consigna de lo que no se ve no existe y tras mis informaciones de cómo estaba realmente la Piscina Cubierta (que data
de 1972) se decidió tapar ventanas y taponar
rendijas por las que no pudiera asomar un objetivo. Vano intento, como ya saben
los lectores.
Así pues, cinco años después se abren de nuevo las
puertas y aquello, la verdad, presenta peor, mucho peor aspecto.
Los ecos de los gritos y los chapoteos se apagaron hace
tiempo y se hace difícil imaginar que aquel vaso, que vacío se nos antoja
gigante, pueda volver a llenarse algún día de agua. El otro no se si tendrá
solución alguna. Atestado con una estructura fija de palés –ocurrencia de Núñez
en pos de una solución desconocida- se ha convertido en una auténtica trapería.
Incluso hace unas semanas se le ha coronado con parte de la estructura retirada de la piscina de Las Olivas. Suma y sigue en esta chamarilería municipal.
¿Aquello se va a retirar?, pregunto. "Se quitarán cuando se pueda arreglar. Prefiero no tocarlo para que no se deteriore más. De momento es un símbolo a la mala gestión", es la respuesta
de Blanco.
Alrededor se acumulan despojos urbanos como contenedores
y bancos. Almoneda de sillas, mesas y armarios de oficina que hace 20 años ya
estaban decrépitos. Restos del naufragio del parqué retirado en Las Olivas
intiman con carcomidos tableros de baloncesto, camillas vestustas y un sinfín de
hierros de procedencia ya olvidada. Con razón decía Núñez que aquello sólo era
acopio de material. ¡Pero qué material! Digno del Punto Limpio en el 95% de los
casos.
Lo que fuera el vestuario de discapacitados –orgullo de
Juan Antonio Pérez, coordinador de Deportes en el gobierno de José María Cepeda
– es una ruina. Sus elementos fueron desmontados y colocados en los vestuarios
de La Piragüera a finales de 2013 y allí están huérfanos los agujeros de los
tornillos. Les acompañan un destripado sillón de masajes que tuvo efímeros
tiempos de gloria, un espejo de luna y chismes de la piscina de verano.
ALBUM de Fotos (89 imágenes)
Descendemos a lo que antaño fuera el gimnasio. Aquello
apenas ha cambiado en cinco años. Siguen acumulándose los antiguos aparatos de
ejercicio, sanitarios, duchas o minúsculas sobras de obras de fontanería –un codo
usado de plástico de menos de un palmo recubierto de pintura, por ejemplo- con
la triunfal historia del Club Natación Aranjuez guardada en cajas. Es
sobrecogedor ver los polvorientos trofeos asomados por sus pestañas.
La zona de vestuarios clausurada se ha deteriorado con el
paso del tiempo y con ciertos gestos vandálicos. Falta algún espejo, hay
pintadas y el orín rocía los váteres. Era un área que debía haber sido
restaurada tras las obras de las dependencias masculina y femenina, aún habilitadas,
pero que ya no tienen tanto uso tras el cerrojazo y el traslado del Judo Club
Aranjuez del maestro Angel Parra.
Aquellos trabajos costaron 128.138,92 euros -fueron
financiados a través del Fondo Estatal para el Empleo y la Sostenibilidad
(FEESL)- y fueron motivo de mi última visita oficial. Su aspecto actual ha
resistido –salvo detalles de pintura y óxido- el devenir.
Salimos al exterior y bajamos al corazón aún palpitante
de la Piscina, su sala de máquinas. En ella está, sin estrenar, maquinaria
renovada del sistema de depuración fruto de la última
inversión en 2010 que debería haberse añadido al vaso de compensación y al
rebosadero homologado con otros 200.000 euros de gasto.
Se presupuestaron otros 350.000 euros para terminar
la rehabilitación que tendría que haber cubierto en 2011 un nuevo Plan
Regional de Inversiones y Servicios de la Comunidad de Madrid (PRISMA). Ante su
ausencia, el Pleno acordó en febrero de 2014 destinar parte
del sobrante de las obras del Acceso Norte (unos 700.000 euros) al arreglo de la piscina.