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Héctor Anabitarte
Sí, hay racismo, y no sólo en el fútbol, pero no se le suele dar mucha importancia, se minimiza el tema y todos quedamos tan tranquilos diciendo que los insultadores son tres o cuatro. El caso Vinicius Junior y su repercusión internacional demuestra que el asunto tiene otras dimensiones y que ya resulta imposible mirar para otro lado.
No sólo el presidente brasileño en el G7 en Tokio salió en defensa del jugador. Volker Türk, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, pidió al Gobierno de España que evite estos hechos. Sólo falta que el Papa de Roma se pronuncie al respecto, muy probable conociendo su pasión por este deporte.
El racismo, y la homofobia, en el mundo del fútbol es algo habitual y muchas veces no hay la respuesta conveniente. Las sanciones no desaniman. Muchas veces se trata de grupos organizados, no se trata de un «pronto» espontáneo de las tribunas. No solo se insulta a negros. Xavi hizo declaraciones de cómo lo insultan a él y a otros blancos.
¿Es España un país racista? El racismo desgraciadamente está presente en todos los países y en España también. Es un hecho constatable, evidente y muy doloroso. El racismo, el machismo, el acoso escolar, no sólo son un problema de educación. La sociedad, las administraciones, deben intervenir de manera enérgica. En Alemania, en un año, se suspendieron 900 partidos de fútbol como respuesta a actos racistas.
Si ante el racismo un estadio es sancionado, un equipo pierde puntos, se castiga económicamente con fuertes multas, puede que los agresores aprendan a contenerse, a reprimirse. La repercusión de lo que le pasó a Vinicius puede transformarse en algo positivo. Parecido a lo que sucede cuando un menor se suicida víctima del acoso escolar y se movilizan las conciencias.